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domingo, 19 de enero de 2014

La soledad.




Cada día cuando se marcha el sol, la
soledad se pinta los labios, las uñas. La soledad se peina, se
pone un ajustado traje de noche Y sale dispuesta a hacer la
ronda. Dispuesta ha visitar, uno por uno a los solitarios, ha
sus fieles. La soledad entra en un bar, toma una copa con un
joven. La soledad acompaña en el autobús a una muchacha
triste, que regresa a casa, besa a a un mendigo y lo deja
dormido en algún portal, da unas vueltas por los últimos
serenos y se detiene con un portero de noche, llega a la garita
de un soldado y hace guardia con el. Charla con una prostituta
aburrida, se mete en la cama con un presidiario, que no tiene
sueño y le habla de la vida de fuera. La soledad acompaña a
un camionero durante unos kilómetros, compra algo en una
farmacia de guardia. Entra en los hospitales, bromea con los
taxista, sube a visitar a un anciano, a una anciana enferma. La
soledad acuna, a ropa a un niño que se a despertado y tiene
miedo. Va de un lado para otro, sin descansar y sin olvidar
ha nadie. La soledad llega a tu casa, se sienta junto a ti y se
fuma un cigarrillo y se toma una copa. La soledad es la princesa
de la noche, la inevitable compañía de los insomnes y de los
noctámbulos.
Hay una letrilla en el flamenco que dice. La solea, no es estar
solo, es estar A ti queriéndote y que tu quieras a otro.

Yo creo que La soledad es algo que cada uno de nosotros aprendimos hace ya mucho tiempo.

Jesús Quinteros.

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