Vistas de página en total

miércoles, 15 de enero de 2014

Julio Polar en La MALAeducacion por el Juanka (Blog de La Republica - 27 de Noviembre 2013)


Las cosas se cuentan solas sólo hay que saber mirar
“Canto a mi país” Piero

Hace un año, Julio Polar dejó este planeta. Se fue con la certeza de que no había nada más después, así como él afirmaba, tampoco había nada antes de él. Se fue y dejó dibujada su estampa, a tinta, en el corazón de más de uno.


La primera vez que oí a Julio Polar (1945/2012) fue en un auditorio repleto de jóvenes que escuchábamos atentos sus experiencias, todas y sin ningún reparo; en el mundo de la historieta y los medios gráficos en el Perú. La ponencia de Julio (1) era una suerte de luces en medio de la niebla, advertencias de choque, augurios de traiciones e intrigas, acción, emoción y peligro en las mesas de dibujo. No lo sabíamos, pero Julio nos estaba cantando nuestra futura historia, el camino que íbamos a transitar. Que no nos quejáramos después, que ya nos estaba avisando, le faltó decir. Oh, juventud ¡divino tesoro! Esa noche, más de uno creyó que podría cambiar el mundo, o por lo menos la ciudad, a punta de historietas.


Años después, en una feria del libro conocí, de cerca, a Julio. Hicimos amistad. No exagero al decir que contar con su amistad fue un honor.


Lima es una ciudad en donde las cosas que deben ser dichas en voz alta se murmuran, se susurran; peor aún: se callan, y Julio no era el típico limeño, bueno, era chalaco de nacimiento y para más inri lo que había que decirse: lo decía.


Y así, se quemaba a lo bonzo zurrándose encima de esas cosas que algunos llaman “silencios estratégicos” y conceptos como “políticamente correcto”.


Esa franqueza frente a las cosas le costó mantener su estatus de desempleado estable durante el resto de su vida. Su franqueza le costó broncas de todo tipo, despidos, destierros varios. En una ciudad donde el ruido de la inmundicia cubre con un pesado manto absolutamente todo, hablar claro es un acto subversivo.


Y Julio, que duda cabe, era subversivo.


No he conocido persona alguna que haya sido más consecuente con su prédica que él. El único autor “subterráneo y contracultural” que se merece esos, hoy tan disputados, títulos.


Marginal y culto.


Un William Burroughs chalaco.


Para continuar leyendo entre al Blog del amigo Juanka .

Las cosas se cuentan solas sólo hay que saber mirar
“Canto a mi país” Piero
Hace un año, Julio Polar dejó este planeta. Se fue con la certeza de que no había nada más después, así como él afirmaba, tampoco había nada antes de él. Se fue y dejó dibujada su estampa, a tinta, en el corazón de más de uno.
La primera vez que oí a Julio Polar (1945/2012) fue en un auditorio repleto de jóvenes que escuchábamos atentos sus experiencias, todas y sin ningún reparo; en el mundo de la historieta y los medios gráficos en el Perú. La ponencia de Julio (1) era una suerte de luces en medio de la niebla, advertencias de choque, augurios de traiciones e intrigas, acción, emoción y peligro en las mesas de dibujo. No lo sabíamos, pero Julio nos estaba cantando nuestra futura historia, el camino que íbamos a transitar. Que no nos quejáramos después, que ya nos estaba avisando, le faltó decir. Oh, juventud ¡divino tesoro! Esa noche, más de uno creyó que podría cambiar el mundo, o por lo menos la ciudad, a punta de historietas.
Años después, en una feria del libro conocí, de cerca, a Julio. Hicimos amistad. No exagero al decir que contar con su amistad fue un honor.
Lima es una ciudad en donde las cosas que deben ser dichas en voz alta se murmuran, se susurran; peor aún: se callan, y Julio no era el típico limeño, bueno, era chalaco de nacimiento y para más inri lo que había que decirse: lo decía.
Y así, se quemaba a lo bonzo zurrándose encima de esas cosas que algunos llaman “silencios estratégicos” y conceptos como “políticamente correcto”.
Esa franqueza frente a las cosas le costó mantener su estatus de desempleado estable durante el resto de su vida. Su franqueza le costó broncas de todo tipo, despidos, destierros varios. En una ciudad donde el ruido de la inmundicia cubre con un pesado manto absolutamente todo, hablar claro es un acto subversivo.
Y Julio, que duda cabe, era subversivo.
No he conocido persona alguna que haya sido más consecuente con su prédica que él. El único autor “subterráneo y contracultural” que se merece esos, hoy tan disputados, títulos.
Marginal y culto.
Un William Burroughs chalaco.
En medio de la cochambre y la multitud que rumia o muge su cotidianeidad, allí en medio de todo eso, vivía Julio Polar; en un pequeño cuartito en la calle Monteagudo en el Callao.
En medio de uno de los barrios más peligrosos de todo Lima, Julio Polar dibujaba, escribía poemas, corregía textos como cachuelo y cuando la bulla de la piara era insoportable, se mandaba a mudar, recorriendo calles, protegiendo esa soledad que le permitía sumergirse en sus pensamientos y seguir creando, y lo que pudiera considerarse más contradictorio aún en medio de esa situación: creer que, algún día, esa misma cochambre podía ser salvada con algo extraño llamado “educación”
juan ramirez ruiz photo juliio_jrr_zpscde9ec5e.jpg
La coherencia tiene un precio muy alto. Julio, lo sabía muy bien. No es lo mismo gritar que hablar claro. No es lo mismo computarse marginal en bares de mala muerte y regresar a dormir a tu barrio con reja y guachimán.
No.
Esa marginalidad que todos corretean como suerte de estatus (¿?) Julio no la deseaba: es lo que le tocó.
Un espíritu exquisito puesto en mal lugar.
Sucede pues.
Sucede que muchas veces, diosito lanza a sus creaciones al medio del fango a ver cómo la libra el sujeto en cuestión. Pobrecito, diosito debe aburrirse mucho en su residencial de nubes blancas.
Durante un par de años, conversábamos de madrugada por teléfono. Eran conversaciones largas, llenas de datos, anécdotas y no había tema que no se tocara. Extraño oír cerrar algunos comentarios con esa carcajada entre divertida y maléfica de Julio.
Extraño conversar con un colega tan achoradamente culto.
Luego, un terrible y pésimo incidente provocado por la estupidez ajena y la mía; nos distanció. Olvidé el consejo de Julio de estar atento y alerta a todos los lados y confirmé su teoría, que eso que llamamos amistad, es sólo la víspera de una decepción.
Hubo silencio.
Pero luego de algunos meses y en una etapa completamente nefasta para mí, marqué su número y me decidí a hablar, empezando, obviamente por pedirle disculpas. Yo estaba preparado para lo peor: me lo merecía. Pero no. No hubo eso. Hubo una muy sincera y calmada charla con una lección más: cómo olvidar las ofensas y mejor aún a los que nos ofenden. No hubo mayor gesto de reclamo de su parte y volvimos a retomar la conversación donde alguna noche la habíamos dejado.
julio polar photo j_bn_zps65724670.jpg
Llegamos a colaborar juntos en una pequeña revista dónde yo hacía caricaturas y él una historieta en donde un anciano, “Argueditas”, conversaba con la pequeña Paloma. Ambos personajes comentaban el acontecer político del país. Ese trabajo nos reunió por un tiempo más. Y luego, otra vez, la distancia apareció.
Nuestras conversaciones telefónicas se espaciaban por semanas, pero por medio de amigos en común, sabía que estaba bien, que había conseguido estar en un diario. Mientras estuviera chambeando sabía que él estaría contento. No recuerdo que él haya pedido otra cosa a las personas que no haya sido trabajo. Era una búsqueda constante por su supervivencia. Siempre lo vi buscando trabajo.
Me enteré de su muerte por las noticias. Parecía irreal. El mito de su indestructibilidad se había acabado. El motor de su furia/ternura le dijo: “hasta acá nomás” y se fue.
No lo lloré.
No lo lloré porque sé que se fue en medio del cariño de muchas personas, sobre todo por el de ese ángel que responde al nombre de Paola.
Una semana después, acomodando libros y papeles, encontré una fotocopia. Era el prólogo del libro de Oriana Falacci “Entrevista con la historia” que él nos leyó en esa conferencia a ese grupo de entonces, jóvenes dibujantes, allá por el 2001. La fotocopia tenía anotaciones con la letra de Julio de las partes que Julio nos leería. Empecé a leerlo en voz alta, como quien se dirige a un auditorio fantasma: “Y oídme: el más bello monumento a la dignidad humana es el que vi sobre una colina del Peloponeso. No era una estatua, no era una bandera, sino tres letras que en griego significan NO. Hombres sedientos de libertad la habían escrito entre los árboles durante la ocupación nazifascistas y, durante treinta años, aquel NO había estado allí, sin desteñirse con la lluvia o el sol”
Mi voz se acabó antes de llegar al final.
Ahora, un año después de su partida, vuelvo a oír sus palabras y a encontrarme con su presencia en algunas frases, poemas, dibujos, películas y en el recuerdo de esas calles por las que alguna vez transitamos.
A veces lo imagino en algún lugar apacible, sentado bajo algún árbol dibujando, sereno y sonriente.
Un lugar apacible, como una colina del Peloponeso.

1.- La ponencia de Julio está registrada en (http://www.4shared.com/folder/Uv1zbUPx/julio_en_sus_propias_palabras.html) No está completa toda la ponencia, no he logrado ubicar y digitalizarla. Pero,he de hacerlo.
2.- Una pequeña guía del contenido:
Archivo Julio_2: Sobre su participación en el movimiento poético “Hora Zero” Su formación (la de Julio) política en sindicatos.
Archivo Julio_3: Sobre la prensa en Lima. Cómo hacer guiones. Poema a los desaparecidos en la Cantuta.
Archivo Julio _4: Continúa poema sobre los desaparecidos de la Cantuta. Cómo contar historias. La publicación de la revista “BOOM” en los 80′s. Las desilusiones.
- See more at: http://larepublica.pe/blogs/mala_educacion/2013/11/27/julio-polar/#sthash.2RXiJENY.dpuf

No hay comentarios:

Publicar un comentario